¿Qué es la reconciliación cristiana?
Reconciliar es corregir o armonizar. La reconciliación
implica que diferentes partes lleguen a la misma posición, y siempre implica un
cambio. Obviamente, si los enemigos deben reconciliarse, debe haber algún tipo
de cambio, o la amistad será imposible.
La reconciliación cristiana es la idea de restaurar la relación con Dios. Antes
de continuar, debemos aclarar que nuestra relación con Dios se rompió sin
mediar ningún error de parte de Dios. Fuimos nosotros los que huimos de Dios,
no al revés (Génesis 3: 8: Y oyeron la voz de Jehová Dios que se paseaba en el huerto,
al aire del día; y el hombre y su mujer se escondieron de la presencia de
Jehová Dios entre los árboles del huerto.). “Dios
es perfecto y nosotros no (Romanos 3:23: por
cuanto todos pecaron, y están destituidos de la gloria de Dios). No
necesita cambiar, hacer concesiones o encontrar algún punto intermedio de
cooperación con nosotros. Nosotros somos los que necesitamos cambiar.
Debido a nuestro pecado, en realidad éramos enemigos de Dios (Romanos 5:10: Porque si
siendo enemigos, fuimos reconciliados con Dios por la muerte de su Hijo, mucho
más, estando reconciliados, seremos salvos por su vida).
Sorprendentemente, Cristo dio el primer paso para
reconciliarnos con él. "En Cristo, Dios estaba reconciliando al mundo
consigo mismo, no tomándole en cuenta sus pecados y encargándonos a nosotros el
mensaje de la reconciliación." (2 Corintios 5:19: que Dios estaba en Cristo reconciliando consigo al mundo,
no tomándoles en cuenta a los hombres sus pecados, y nos encargó a nosotros la
palabra de la reconciliación). Dios quería que fuéramos
reconciliados. Él sabía que no podíamos resolver nuestro problema de pecado
nosotros mismos. Así que Él proporcionó una manera para que reconciliarnos con
Él a través de Cristo.
Los creyentes tienen sus pecados perdonados, un paso necesario en la
reconciliación con Dios. Colosenses 1: 21-22 dice: "En otro tiempo ustedes, por su actitud y sus malas acciones,
estaban alejados de Dios y eran sus enemigos. Pero ahora Dios, a fin de
presentarlos santos, intachables e irreprochables delante de él, los ha
reconciliado en el cuerpo mortal de Cristo mediante su muerte". Ya no
estamos "alejados", más bien ahora estamos perdonados, transformados,
y reconciliados. Debido a lo que Jesús hizo por nosotros en la cruz, podemos
tener comunión con Dios.
Ahora, en lugar de vernos como enemigos, Cristo nos llama "amigos"
(Juan 15:15: Ya no os llamaré siervos, porque el siervo no sabe lo que
hace su señor; pero os he llamado amigos, porque todas las cosas que oí de mi Padre,
os las he dado a conocer). Jesús es nuestra paz; él es nuestro
mediador que nos hace justos ante Dios. "En consecuencia, ya que hemos
sido justificados mediante la fe, tenemos paz con Dios por medio de nuestro
Señor Jesucristo." (Romanos 5: 1).
No solo disfrutamos de la paz con Dios como resultado del
sacrificio de Cristo, también tenemos paz con nuestros hermanos y hermanas en
Cristo. Personas de variados trasfondos, antagonismos naturales, viejos
rencores, nada de eso es importante para aquellos que han nacido de nuevo.
"No hay judío ni griego, no hay esclavo ni libre, no hay hombre ni mujer,
porque todos ustedes son uno en Cristo Jesús" (Gálatas 3:28). Efesios 2:
14-16 enfatiza la reconciliación que Dios ha establecido entre judíos y
gentiles: "Porque Cristo es nuestra paz [...] para crear en sí mismo de
los dos pueblos una nueva humanidad al hacer la paz, para reconciliar con Dios
a ambos en un solo cuerpo mediante la cruz, por la que dio muerte a la
enemistad."
"Bienaventurados los pacificadores", dijo Jesús, y ciertamente lo
sabe (Mateo 5: 9: Bienaventurados los pacificadores, porque ellos serán
llamados hijos de Dios. ). Jesús creó un camino de intercambiar
nuestras vidas pecaminosas y quebrantadas por vidas perdonadas y conectadas.
Reemplazó la enemistad con intimidad. Así como Oseas persiguió a su esposa
infiel y la restauró a una relación apropiada (Oseas 3), Dios nos persiguió y
buscó la reconciliación. "Me llevó a la sala del banquete, y sobre mí
enarboló su bandera de amor." (Cantar de los Cantares 2: 4 ).
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